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17 de octubre de 2017

Tres capítulos de la Revolución de Octubre, cien años después

La Revolución Rusa encabezada por los bolcheviques es un proceso que la izquierda todavía no termina de procesar. En El Ciudadano conversamos con el historiador Luis Thielemann y desempolvamos textos de Eric Hobsbwam para resumir los tres capítulos más relevantes de cómo los trabajadores pudieron soñar con construir un Estado que les representara y no les enviase a morir a la guerra.


“Dicen que los socialistas traerán la paz” escribía un soldado austro-húngaro que luchaba en la Primera Guerra Mundial, en una carta enviada a su familia en 1918. Exhausto y sin convicciones sobre la nación por la que era forzado a luchar, arriesgar su vida y matar; la Revolución de Octubre era su esperanza de que la brutalidad de la guerra podría acabarse algún día.

Esa Revolución, que cumple cien años, es por muchos considerada como el hito más relevante del Siglo XX. Y es que no sucedió de modo aislado ni surgió de la nada. Las burguesías nacionales de las principales potencias industriales a nivel mundial estaban, a comienzo del siglo, en una desatada carrera armamentista con el objeto de asegurar mercados consumidores de su excesiva producción. Tal voracidad desató un caos planetario sin punto de referencia en la historia de la humanidad.

Las fuerzas conjuradas por las guerras mundiales (tanto la de 1914-1918, como la de 1939-1945) involucraron a todas las economías nacionales. La presión por producir alimento para la población empobrecida y para los soldados en la guerra; la rápida expansión de la industria de las armas; la muerte, la brutalidad y el terror; fueron sostenidas masivamente por los trabajadores de tales economías. En toda Europa, las principales industrias militares serán el centro neurálgico de la lucha contra la guerra y por la paz.

El historiador inglés, Eric Hobsbawm, señala en su virtuoso texto “Historia del Siglo XX” el peso que cargaban los Estados que participaron de las guerras y compara el suceso con el impacto de la Revolución Francesa en el Siglo XIX:
“El peso de la guerra total del Siglo XX sobre los estados y las poblaciones involucrados en ella fue tan abrumador que los llevó al borde del abismo… La humanidad necesitaba una alternativa que ya existía en 1914… Parecía que sólo hacía falta una señal para sustituir el capitalismo por el socialismo… Fue la revolución rusa -o, más exactamente la revolución bolchevique-  de octubre de 1917 la que lanzó esa señal al mundo, convirtiéndose así en un acontecimiento tan crucial para la historia de este siglo como lo fuera la revolución francesa de 1789 para el devenir del Siglo XIX”.
Siendo la guerra una situación mundial, también tendrá esa impronta la resistencia a ella. La Revolución Rusa de 1917, encabezada por los bolcheviques y conducidos estos por Lenin, tendrá un impacto esperanzador para el mundo y se planteará sí misma como una revolución cuya subsistencia dependerá de que efectivamente escale a nivel mundial. 

El artículo completo en:

El Confidencial (Chile)

3 de enero de 2011

Los cosmonautas de Stalin

El 12 de abril de 1961 un ser humano alcanzó el espacio por primera vez y el mundo ya no volvería a ser el mismo.

La hazaña de Yuri Gagarin es de sobra conocida, pero pocos saben que en 1950 la Unión Soviética estuvo a punto de lanzar cosmonautas en vuelos suborbitales por encima de los cien kilómetros de altura, la tradicional -y subjetiva- frontera del espacio.

De haberlo conseguido, la URSS de Stalin podría haber enviado un hombre al espacio casi una década antes del vuelo de la Vostok 1.

Tijonrávov, el GIRD y la V-2

Para encontrar el origen de esta historia debemos remontarnos al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas aliadas avanzaban por las ruinas de la Alemania nazi encontrando a su paso las instalaciones abandonadas de los cohetes A-4 de Wernher von Braun, más conocidos por el resto del mundo como V-2.

El A-4 era el misil balístico más grande y avanzado jamás construido. La nación que lograse hacerse con su tecnología tendría una clara ventaja en la Guerra Fría que ya se vislumbraba en el horizonte.

Los estadounidenses se cobraron las mejores piezas en esta carrera por conseguir el botín de guerra del A-4 -incluido el propio von Braun-, mientras que los soviéticos tuvieron que conformarse con unas pocas migajas.

Pero eso no detuvo a Stalin.

Centenares de ingenieros soviéticos viajaron a Alemania para estudiar los restos del programa de misiles nazi e interrogar a los ingenieros alemanes. Entre ellos se encontraban figuras como Valentín Glushkó o Serguéi Koroliov, que apenas doce años después se convertirían en los padres de la cosmonáutica soviética.

Lea el artículo completo en:

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